Lo tuyo fue siempre piedra negra, Castel; anonimidad, ridículo, desprecio. La única transparencia de tu soledad fue la invención de la luz: la negación de tu ceguera. Por ello la ventana fue la clave de tu cuadro; por eso delirás con la sangre de María, inverosímil zumo carmesí de una entrepierna inmaculada.
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